Conchita Alegre, actualmente residente en la ciudad de Tampatrá, Mendoza, fue protagonista de una extravagante experiencia, aparentemente, única en su especie. A lo largo de todo el ecuador y por lo alto del meridiano de Greenwishtsch, doctores, profesores, licenciados, astrónomos, ventrílocuos, psicólogos, inclusive anestesistas están evaluando el caso de esta mujer que dice ser testiga de su propio nacimiento.
La mujer de 31 años notó una irregularidad en la constancia de su período menstrual, dos meses y medio después, notó una pequeña hinchazón en su abdomen a la altura del vientre, setenta y cuatro yogures después, notó un leve acortamiento en su estatura. Al parecer, esto no le llamó la atención a la noble soltera quien, con su celibato intacto, emprendió camino hacia una nueva dieta. Luego de once dietas y para el quinto mes, su altura había pasado de 1,68 metros a solo 79 centímetros, y su anchura había incrementado su tamaño, pasando de una cintura de corsé, a la de una venus prehistórica. Básicamente, su apariencia era comparable con la del barril del chavo del 8.
A mitad del octavo mes, su extremidades ya no era visibles, su cuello había desaparecido a tal punto que solo su nariz, ojos, orejas, y la tapa de los sesos surgían sobres sus hombros, su cuerpo, similar a una pelota de playa tamaño XL, rodaba por la vida casi sin esperanza buscando una solución.
Encontró su respuesta al finalizar el noveno mes, cuando al despertarse de un horrible sueño, encontrase ella envuelta en un enriedo de sábanas ensangrentadas y mal olientes, su orientación en la habitación respecto de la noche anterior había cambiado, sus pieces se encontraban en la cabezera de la cama y su cabeza en la piezera (donde van los pieces). Se había parido a si misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario