Medias, o zoquetes. Totalmente empapadas después de un día de idas y vueltas.
Temprano, a la mañana, el hombre se dispone a levantarse de su sarcófago, e inmediatamente coloca en sus frescos y pulcros pies descalzos un suave y alcolchonado par de medias.
¿Por qué? El pie no puede andar solo por la vida dentro de un saco de símil cuero sintético, goma, lona o demás. El pie necesita de ese textil amigo esponjoso para absorber sus abundantes varietales de emanaciones lacteas. Un aliado del hombre, hecho por el hombre, para evitar destruir fosas nasales, tanto propias como ajenas, mediante una olorosa misión: evitar la fabricación de estos lácteos pateros derivados del sudor pietil. Porque cada individuo posee dentro de sí, una glándula quesera, aquella encargada de hacernos quedar "como el orto" en situaciones de los más inoportunas. Ese pequeño órgano que parece tener vida propia destinada a la pasteurización.
Medias, o zoquetes. Totalmente imprescindibles dentro de nuestros calzados después de un día de idas y vueltas.
Amén.
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